Entrevista a Ana Rossetti: Por una educación en la igualdad

Desde LearningLovers.org, hemos tenido la suerte de conocer a Ana Rossetti en su barrio, Malasaña. Esta autora ha tocado ampliamente la poesía (es premio Gules -1980- y premio internacional de poesía Rey Juan Carlos I -1986-), la literatura erótica (recibió el  premio Sonrisa Vertical en 1991 por su obra “Alevosías”, reeditada recientemente), la literatura infantil, el teatro y hasta la ópera. Obtuvo la Medalla de Plata de Andalucía al conjunto de su obra y el Premio Meridiana del Instituto Andaluz de la mujer por la igualdad en la categoría de literatura.

Nos ha interesado mucho su visión sobre la innovación aplicada al aprendizaje, la creación literaria y el mundo editorial. Aquí nos lo cuenta:

La innovación, la tecnología y el espacio-tiempo

“A cualquier persona que se considere artista, no le vale con saber hacer algo de una manera; una vez que la aprendes, te pones inmediatamente a probar otra fórmula. Eso es, a mi parecer, la característica de cualquier trabajo artístico. Es lo que nos diferencia de un artesano. La artesanía consiste en alcanzar la perfección del objeto y, una vez que la ha alcanzado, repetir su receta, por los siglos de los siglos, hasta que otra nueva exigencia de uso la sustituya. Sin embargo, un artista tiene que estar continuamente viendo a su alrededor, absorbiendo  y tanteando. Además, con las nuevas tecnologías, está experimentando muchas posibilidades de presentar sus propuestas, porque contamos con más  opciones que nunca.

Cuando se inauguró el ferrocarril, Bécquer fue consciente de que el concepto del tiempo y la distancia había cambiado, porque desde la prehistoria, la única manera de transportarse las personas había sido la misma. Lo más veloz podía ser el camello. De repente, el flujo de personas se hace más constante y él se da cuenta de que eso hará que la humanidad cambie con más rapidez.  Él, como periodista,  hace un viaje en el primer tren que se pone en marcha en España y en su reportaje, para expresar esa nueva velocidad con la que el paisaje iba pasando por él, altera su sintaxis. Esta innovación tecnológica supone una innovación en la prosa en castellano. En realidad, ya te puedes figurar, el tren iría pisando huevos, pero la relación entre el tiempo y el espacio empezaba a modificarse. Hoy el tiempo y el espacio son una misma cosa gracias al internet.

Las cartas de Ada Byron son muy visionarias, pero claro, tenía toda la razón, porque ella, precisamente, también quería anular el tiempo y el espacio con los programas que estaba inventando para los ordenadores. Ada pretendía superponer el tiempo y el espacio como si fueran una misma cosa. A todo esto, en la época de Ada Byron, todavía se escribía mojando una pluma y el pensamiento tenía que ir más despacio, porque necesitas un tiempo para escribir una palabra, mojar, otra vez escribir, otra vez mojar, y ya ves ahora que entre lo que pensamos y el tiempo que empleamos en reproducirlo no se tarda nada. Y con internet, solamente basta un golpe de índice para divulgarlo”.

Cuestión de formato

“Pero luego tenemos otro fenómeno: El libro electrónico. De momento, el libro electrónico está imitando al libro tradicional. Ahora mismo, todo lo que está en una tableta puede estar en papel, pero llegará un momento que lo que está en papel no se pueda pasar a la tableta y lo que está en la tableta no se pueda pasar a papel respetando sus características, porque tendrán una estructura diferente. Un libro de papel será más un objeto de arte que de lectura, mientras que desde un libro electrónico se podrá acceder al diccionario, a las notas, a cualquier tipo de información a partir del mismo texto.  Pero eso pasó con la imprenta, que intentó copiar a los libros manuscritos que estaban profusamente ilustrados para que el esquema mental de lectura se fuera adaptando al nuevo formato gradualmente. Todos los cambios infunden recelos. Fíjate que el uso del papel sustituyendo al pergamino estuvo penado con excomunión. Bueno, y yéndonos más lejos, el paso del rollo al códice, o sea, al libro, tuvo unos detractores feroces. Ahora, un libro electrónico todavía es como un libro pero en una pantalla, aunque creo muy cerca el momento de que eso se supere y que tenga sus propias ventajas. Cuando se inventa la imprenta es cuando se desarrolla la novela, porque ya no se necesita memorizar; cuando aparece la prensa escrita, aparecen los folletines y lo que es más importante, facilita el que una gran cantidad de mujeres se ganen la vida con la escritura. El que podamos grabar con un simple teléfono, ayuda a la creación de poemas entre la poesía visual y el videoarte. Ahora ya se puede crear con herramientas que no existían hasta hace bien poco y experimentar.

Cuando doy formación utilizo de todo: Desde la clásica pizarra… aunque bueno, yo no puedo con la pizarra electrónica todavía; cuando voy a los colegios, los críos se ríen de mí porque eso de que la pizarra vaya por un lado y mi mano por otra, me desconcierta bastante. Pero utilizo muchísimo las imágenes y siempre que puedo, hago una presentación digital. No en plan de exponer puntos a manera de resumen, sino para mostrar lo que no puedo dibujar. Por ejemplo, una metáfora no se puede desglosar describiéndola, pero sí viéndola. Si tú quieres explicar una imagen conceptual, o sea, que una imagen se produzca por la unión de otras, eso yo no lo puedo dibujar en una pizarra, pero sí lo puedo incluir en una presentación mediante un fundido o ese tipo de cosas”.

Ana y la educación

“La educación está muy mal, me refiero en términos generales. Puede haber colegios estupendísimos,  un profesorado excelente, pero una cosa es el profesorado y otra son las directrices. Lo que no se puede es menospreciar la inteligencia del alumnado de 5, 6, 7 u 8 años. Cuanto más pronto se les familiarice con determinadas materias, con menos esfuerzo las integrarán. Por ejemplo, yo les he ido poniendo películas en blanco y negro a criaturas de tres o cuatro años. Ahora cuando ven una película antigua, la ven con naturalidad y no les choca porque la reconocen perfectamente. Pues así puede ser con otras cosas.

Para un crío, si está aprendiendo a hablar, tan difícil es entender una palabra como otra. Entonces, ¿por qué no hacerlo, enseñar con todas las palabras que se puedan y darle todas las facilidades para que se exprese? ¿Por qué limitarle o mutilarle las palabras? Cuando tienen la inteligencia más despierta es a estas edades, y si a esta edad eres capaz de distinguir conceptos como “hoy”, “mañana”, “me duele”, “me pica”… Qué misterio de verdad, ¿cómo lo saben? ¿Cómo saben qué es una cosa que le pica, que le duele, que le roza, que le escuece? Si aprenden eso, que ya es muy raro, ¿por qué no van a aprender otro tipo de palabras? Y además, que este tipo de palabras corresponda a algo que puedan ver y que puedan tocar. ¿Por qué no pueden saber que esto es un mármol, o esto es una madera, o esta tela es una gasa, o esta tela es un terciopelo? ¿Por qué no lo van a saber, si lo están viendo? El disco duro de la cabeza lo tienen totalmente en blanco, dispuesto a recibir. No se trata, sin embargo, de llenarle la cabeza de cosas, -en mi colegio se  decía que mejor una cabeza bien amueblada que atiborrada- sino de ponerles en contacto con el mundo despertando su curiosidad y sus ganas de aprender.

Luego está que creemos que educar en igualdad es meter en un aula a niñas y a niños y se acabó. Si el modelo es androcéntrico, una niña con ocho años ya se percibe en desventaja. Si en los libros no aparecen científicas, escritoras, políticas… los niños van a creer que el mundo es suyo y las niñas que no hay sitio para ellas. Cuando dan el listado de libros obligatorios, según vayan subiendo los cursos, la presencia de las autoras va disminuyendo. A menudo ni existen,  pero aún en los que están escritos por mujeres, el protagonista es hombre. No entiendo por qué no pueden utilizar un libro en el que la protagonista sea una mujer. Y claro, al final, los chicos no tienen referente femenino. Entonces, ¿cómo pueden considerarnos sus pares?”

El mundo editorial

“En literatura, ahora se publican demasiados libros, pero eso no significa nada. No siempre un libro es literatura, y no siempre lo que está dentro de un libro, aunque sea literatura, es de recibo. Parece que una idea por estar en un libro, ya tiene que ser buena y que te va a mejorar como persona. Porque leas no te vas a curar de la homofobia, del racismo, ni de nada. Porque hay libros que fomentan precisamente eso. Hay personas que tienen una manera de pensar cavernícola aunque tengan formación académica, por lo que, sus argumentos están bien fundamentados, están pensados, y pueden estar defendiendo unas cosas atroces basándose en Darwin, Heidegger, Aristóteles o la Biblia. Los nazis leían muchos libros de ciencia y de filosofía, y de sabe dios qué y eran unos bestias.

Lo que tiene de malo el mundo editorial es que se publica mucho pero se reedita poco. Por ejemplo, hay obras que no las encuentras. Pongo por caso a las novelas de una vecina del barrio (Malasaña): Rosa Chacel que solamente las puedes encontrar en las tiendas de viejo. Rosa Chacel tendría que ser un referente indiscutible de la literatura del siglo XX; tiene una manera de construir más cerca de Lloyd o de Virginia Wolf que de sus contemporáneos españoles. Es verdad que en un principio te cuesta entrar en este tipo de claves, porque la acción se desarrolla dentro de la cabeza de la gente, no son hechos externos  sino “movimientos del pensar”, pero una vez que te metes en su lógica de lenguaje, sabes perfectamente que te está contando una historia auténtica, no haciendo alquimia verbal. Pues ya no se encuentra una obra de ella. Y verás cómo dentro de poco tampoco se encuentra una de Martín Gaite.

La solución es que más que publicar a mansalva se dediquen más esfuerzos y recursos a crear un público lector, porque no veas la cantidad de libros que se destruyen. A parte de eso, insisto en que aprender a leer es algo más que juntar letras. Hay que aprender a saber qué se lee. Yo no tengo nada contra los libros de entretenimiento: son tan beneficiosos como dar un paseo, pero defiendo los que te hacen preguntas, porque crean conciencia. Sin embargo, son los otros los que copan las mesas de novedades y no le dejan sitio a los que aportan algo más que distraerte durante un rato.

Antes los libros se dejaban en las librerías en depósito. Ahora los libreros los tienen que comprar. Los libros que exhiben en los escaparates de las grandes superficies, han pagado por ello; igual que cuando los ponen en una pirámide o en el estante de los más vendidos; Todo esto no tiene nada que ver con la literatura. Es un producto. Este tema me pone bastante nerviosa porque el enemigo de la literatura no es el internet ni el libro electrónico, sino esto.

Los libros que tienen más porvenir son los de las pequeñas editoriales. A lo mejor no ocupan todo el territorio nacional, pero están donde tienen que estar, no en una incineradora, porque gracias a las nuevas tecnologías, se pueden editar 100 ejemplares tranquilamente, y no 5000.  Las pequeñas editoriales se preocupan más de defender sus libros, porque les va la vida en ello; necesitan que se vendan, que se difundan y hay una colaboración mucho más estrecha entre el autor y el editor, porque estamos más pendientes de que la obra se mueva.

Publicar en las grandes editoriales tiene otras ventajas. Yo he publicado tanto en pequeñas como en grandes. Las editoriales grandes lo primero que hacen es que te dan un adelanto. Eso es una trampa –aunque nos venga muy bien- porque como te han dado ese dinero, tú ya te descuidas. Además, no lo tienes que devolver si no se vende. Pueden haber vendido dos ejemplares o dos millones, pero ya no te implicas. La editorial no pierde demasiado con ello, porque para cubrir gastos ya tiene sus Best Sellers. En todo hay sus más y sus menos”.

Los premios literarios

“Yo salí de un premio. Si no hubiera ganado ese premio, escribiría sí, porque es lo que más me gusta, pero a lo mejor no estaría ahora hablando contigo. Pero los premios no eran lo mismo. No eran tantos y significaban más. En España hay más de 3000 premios literarios de poesía al año. Eso es una atrocidad, porque no puede haber 3000 libros excelentes. Habrá libros buenos, pero no 3000 año tras año.

Esto es una barbaridad, porque no somos tantos para leerlos, no estamos en EEUU, o en Rusia o en China. La mayoría de estos premios están publicados por las grandes editoriales de poesía, lo que por un lado está muy bien, porque son unas editoriales que tienen una red de distribución, que no es lo mismo a que lo publique una diputación o un ayuntamiento, que luego no saben qué hacer con el libro y se lo encasquetan al primero que aparece. Hasta ahí bien. Pero es que ¿cuál es la pega? la pega es que por un lado el libro está subvencionado por la institución pertinente y al autor le pagan una cantidad de dinero como jamás recibirá si no fuera así. En circunstancias normales el autor se lleva el 10% del PVP; tú imagínate cuántos tienes que vender para tener solamente 1000 miserables euros. Entonces, con un premio que son 15.000 euros, coges el dinero, y te importa un pimiento el libro.

Por otra parte, estas editoriales están publicando al año no sé cuántos libros por esto de los premios, así que entre los premios y unas cuantas traducciones, queda muy poco espacio para publicar en estas editoriales sin ser mediante un premio. Ahora bien, ha llegado a ser más prestigioso publicar sin premio que con premio, ¡fíjate la contradicción! Yo he publicado con premio y sin premio en esas editoriales, no lo estoy diciendo porque yo esté resentida, sino porque creo que algo falla. Yo al principio era una gran defensora de los premios como forma de darse a conocer, como fue mi caso, pero ahora no sabría qué aconsejar, sinceramente.

Con los premios a las obras de teatro pasa lo siguiente: Si a un autor le premian y le publican pero no se pone en escena la obra, no puede aprender de sus fallos o de sus aciertos. Aunque tengan una buena historia o un lenguaje maravilloso, la tensión dramática leída no funciona lo mismo puesta en pie; además de que para montar una escena ha de ser técnicamente viable. Quiero decir que para que un personaje salga de escena y entre con una ropa distinta, tienes que contar con el tiempo que va a tardar en hacer el cambio; esto no es un ejemplo que se me ha ocurrido, esto pasó con un premio Tirso de Molina. El autor había escrito no sé cuántas obras y había tenido no sé cuántos premios pero nunca habían representado nada suyo y durante los ensayos tuvo que rehacer algunas cosas. Aprendió un montón”.

Los jóvenes

“Primero habrá que definir qué entendemos por joven. ¿Con 40 años se es joven? Hay que pensar con qué edad murió Bécquer o fue asesinado Lorca y ya tenían hecho todo lo que tenían que hacer para ser nuestros maestros.

Hay una gente joven buenísima, de verdad. Ahora la gente tiene la posibilidad de tener una vida distinta a la que se tenía antes. La mayoría ha viajado, ha vivido en otros países, ha leído a otros poetas o a otros escritores en sus propias lenguas, se ha relacionado también con otro tipo de personas… y eso enriquece mucho. Hemos tenido muchísimos cambios. Aunque te estén hablando de la maceta de una ventana, esto está contado de una manera mucho más innovadora, más sorprendente de lo que pudiera ser hace un tiempo, ¿no? Hubo una época en que se escribía muy bien, pero se escribía a la manera antigua. O mejor dicho, con los tópicos de siempre. Pero ahora se han incorporado en nuestra realidad otros referentes y debemos prestarle atención.

A escribir se aprende. Eso es algo que antes no se podía aprender fuera de las redacciones del colegio. También se aprende leyendo sobre todo en tu propio idioma, porque además estás recibiendo tu tradición.

Ya no se es tan autodidacta; por fortuna, ya se ha perdido la reticencia a los talleres. La poesía por su parte, está renovándose con las aportaciones más raras que te puedas imaginar. La ciencia tiene un lenguaje maravilloso y todavía está sin estrenar, casi. Por ejemplo, ya no hablo de gente joven, ¿eh?, pero Clara Janés ha introducido la ciencia en sus obras; es científica por curiosidad, por vocación, y la física cuántica y los números forman parte de sus poemas. Pero hay otros poetas que se dedican a eso, a la ciencia, que su trabajo diario es mirar cómo debajo del microscopio se desarrolla un cultivo de lo que sea, o que sabe descubrir la belleza de la teoría de las cuerdas y que además te la hace sentir aunque no sepas nada del asunto”.

Una cuestión de vocación

“Una cosa es tener la aptitud y otra la vocación, porque hay gente que tiene la aptitud pero no le gusta esto, o no le gusta el sacrificio que conlleva esto. Lo más importante es la vocación. Más vale tener vocación sólo que talento sólo, porque el talento sólo no va a ninguna parte. Si no tienes talento, nunca lo vas a tener, eso es cierto, pero con vocación puedes hacer un trabajo bien hecho que te va a aportar mucha felicidad. Si de lo que se trata es de que tú estés a gusto en este mundo, vas a estarlo siguiendo tu vocación, aunque no seas brillante. Si a ti te gusta estar rodeada de niñas y niños en una guardería, no hace falta que seas María Montessori, si eres feliz así, ellos también lo van a estar. El talento por sí no te da alegrías, pero sí lo que se hace con entusiasmo y eso es lo que vale.

Se tiene la vocación de lo que está en el entorno, no de lo que no se sabe. Eso es absurdo. Si te crías en la selva tropical, no puedes tener vocación de astronauta. Por eso se puede tener una vocación en la infancia y luego, al crecer, darse cuenta de que eso no era así. El otro día, justamente, estaba con un chico que como se había ido a vivir fuera de su casa para estudiar Historia, tenía que hacerse la comida. Y mira por dónde, descubrió que no se le daba mal.  Empezó a buscar recetas por internet y ahora dice que lo que le gusta es la cocina y el padre está que se tira de los pelos y no para de darle la vara. Yo creo que la Historia y la gastronomía pueden unirse perfectamente. La gastronomía forma parte de la historia de los pueblos. No son cosas tan incompatibles porque a alguien que le guste la gastronomía y tiene conocimientos de Historia, puede estudiar cómo los alimentos se incorporaron y cómo se introdujeron los ritos de las comidas… en fin. Ese chico a lo mejor siendo un buen cocinero tiene más porvenir que siendo historiador, porque investigación aquí no va a hacer mucha, tal como está el patio, y acabará dando clase en un colegio. Quizá él no tiene aptitud de pedagogo, mientras en la cocina puede estar en su salsa, nunca mejor dicho.

Su vocación no la había descubierto hasta entonces porque probablemente nunca lo habrían metido en una cocina. A mí no me gusta cocinar, pero reconozco que es la tarea que tiene más imaginación de todos los quehaceres domésticos. Lo bueno es que si un crío te dice que quiere ser cocinero, o mago, o saltimbanqui, es genial, porque a partir de lo que le gusta le puedes enseñar cosas que le sean antipáticas. La cocina y la química tienen mucho que ver. Y las ciencias naturales; y lo de la magia con la neurociencia, y lo de los saltimbanquis, con las leyes de la física… Así que por ahí lo puedes ir reconduciendo para entrar en conexión con todas estas materias que tiene que aprender. Siempre es bueno cuando un crío dice que le gusta algo mucho, lo que sea: le pueden gustar los coches, las estrellas, las piedras, lo que sea. Pero a partir de ahí se le pueden enseñar otras cosas.

Nunca es tarde para empezar, pero luego te cuesta mucho trabajo. Nos movemos por reglas convencionales y si te has convencido de que lo blanco es esto y lo negro es esto, basta que te diga que esto no es así, para que se te hunda el mundo. Es más difícil desaprender que aprender. En el momento en que empiezas a meterte por otro camino, empiezas a ver cuántas trampas tenía lo que tú habías percibido como un camino recto. Es difícil, porque en lo que anduviéramos, estábamos seguros y no temíamos a las emboscadas”.

Ana como autora

“Cuando escribo un libro no tengo una “revelación”, es después. Cuando estoy creando, trato de que la mente no interfiera. Luego lo leo como si no lo hubiese escrito, y resulta que hay cosas que aunque no las pretendía decir, el texto las dice. Entonces, aprendes muchas cosas  que tú no sabías que las sabías.

Una de las cosas por las que yo tengo mucha obsesión es por la otredad, la relación con los espejos, el meterte en los zapatos de otro, no por empatía, sino por estar en otro lugar y comprender una situación desde otros ángulos… Es algo que se muestra en muchos textos míos y no soy consciente de ello hasta mucho después de haberlos escrito.

Un día leyendo el Quijote, de pronto llego al momento en el que el narrador se para y dice que se le ha acabado ya la historia. Entonces, ¿quién me estaba contando esto?, ¿dónde estaba pasado esto?, ¿dónde se sitúa la acción y dónde me sitúa?

Entonces, vuelvo a releer desde el principio hasta ese punto, cuando Cervantes te dice “En un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme, “tiempo ha” un hidalgo…” ¿cómo que tiempo ha? De pronto veo que, aunque está en un pasado muy remoto, el resto de la historia está en tiempo real… y me doy cuenta de que El Quijote es tan complejo como Las Meninas, porque nadie sabe qué está pintando Velázquez y quién ha pintado el cuadro de Velázquez pintando un cuadro. Te preguntas quién es la voz y quién estaba escuchando para poderle decir que ya no podía seguir porque se le acababa la historia. Es como si Cervantes no fuera el autor, sino un lector de las aventuras del Ingenioso Hidalgo que se queda a medias.

Y eso también es poesía”.

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